La crisis financiera del 2008, y la subsiguiente crisis y recesión en la economía real, afectaron directamente a muchas economías tanto pequeñas como grandes, e indirectamente a gran parte del resto del mundo. Las negativas consecuencias permanecen y se manifiestan tanto en el plano económico como en el social. La recuperación del crecimiento ha sido lenta e incluso ausente en algunas economías duramente golpeadas, y las desigualdades en los ingresos han aumentado tras la caída del empleo. Se han tomado algunas medidas políticas como respuesta dirigidas a incrementar la estabilidad y previsibilidad de los mercados financieros y a evitar desestabilizaciones futuras causadas por cantidades excesivas y volátiles de capital. Reforzar la confianza y la fe pública en la construcción de sociedades progresistas e inclusivas requiere de un diálogo y de decisiones nacionales e internacionales en relación a políticas con un nuevo enfoque.