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La crisis del Covid-19: ¿un impulso para las políticas progresistas?

Por Alianza Progresista, Conny Reuter

Para el horror diario de las estadísticas sobre la infección, sobre el número de muertes y sobre el avance exponencial del virus, las respuestas que los gobiernos intentan dar a nivel nacional son principalmente medidas de apoyo para el empleo y la economía, pero si bien son importantes, no deberián ser la única respuesta política a esta crisis. Los progresistas que hoy se encuentran en la responsabilidad gubernamental ciertamente necesitan actuar con urgencia, sin embargo hay una necesidad de pensar más allá con una perspectiva más larga en las políticas publicas progresistas.

¿Y si esta crisis ofreciera un impulso para el resurgimiento -no nostálgico- de lo que es la esencia de las políticas socialdemócratas, socialistas y progresistas? Durante mucho tiempo, pedimos “Poner a la gente primero” – esto es exactamente lo que está sucediendo ahora, ya que la respuesta de emergencia al virus se trata de salvar vidas en primer lugar. Los enfoques pueden diferir de un país a otro o de un continente a otro, sin embargo, la gobernanza responsable tiene que salvar vidas y los progresistas deben actuar en primera línea.

Durante los últimos decenios hemos escuchado el mensaje “It’s the economy, stupid” y el foco de atención del pensamiento y la acción se centró en el aprovechamiento del potencial del mercado y las tasas de crecimiento, pero se descuidó la domesticación y humanización de los mercados financieros. Esto condujo a diseñar medidas para combatir los efectos de la crisis financiera de 2008 con las mismas políticas y medidas que nos habían llevado a ella. Sólo los Objetivos de Desarrollo Sostenible crearon conciencia y trataron de avanzar en que el foco, a pesar de lo complejo, debería centrarse más en salvar a las personas y al planeta.

Ahora vemos que un enfoque centrado únicamente en la economía no es suficiente y es incluso peligroso: durante demasiado tiempo, las políticas de salud publica se evaluaron con criterios estrictos de rentabilidad económica, de pérdidas y ganancias. Hace apenas unos meses, el think tank alemán Bertelsmann Stiftung se atrevió a presentar un estudio en el que se pedía el cierre de 800 (!) hospitales en Alemania, en uno de los países más ricos del mundo, aludiendo que ya no serían económicamente sostenibles.

En otros países del rico Norte global, la situación no es mucho mejor. Es suficiente con mirar a las tasas actuales de mortalidad exponencial. En el Sur global, los ricos tienen acceso a servicios de salud de calidad privatizados, los pobres tienen que sobrevivir en esperas de atención de salud y luchar incluso por lo más esencial: el acceso al agua potable y la alimentación.

Estado de bienestar

En el Norte global, los fondos de cobertura y de inversión descubrieron su interés en los llamados modelos de “business social” ya que ofrecían una rentabilidad moderada pero estable. En ese momento la razón no era la necesidad social, ni la anticipación de catástrofes como la de Covid-19, ni la prevención. Sólo el corto plazo y la rentabilidad eran las reglas.

¿Y ahora? Nos falta equipo, medicamentos, personal de atención para servicios de calidad en todas partes del mundo. Los estados nacionales compiten por los laboratorios, las mentes y el equipo médico. Con esta crisis, aumenta la conciencia de que todos dependemos de los que están en el extremo inferior de la escala social, aquellos que nos proporcionan alimentos y tratamientos médicos, los que aseguran el transporte y los que mantienen la entrega de bienes y servicios. Estos trabajadores no sólo están mal renumerados, sino que también están mal protegidos contra el virus. Es generoso aplaudir a los “héroes”, pero sería mejor centrarse en la promoción del trabajo decente con empleos de calidad y con salarios justos; a la vez de valorar su contribución en la cohesión y  tejido social de nuestras sociedades.

Desigualdades

A veces, leemos ahora que “todos estamos en el mismo barco”, lo cual no es cierto. El “trato igualitario” es que este virus no tiene en cuenta ni la condición social, ni los ingresos, al contrario la desigualdad va en aumento: tanto entre personas individuales como entre países que tienen los medios y otros que no los tienen, entre los que tienen acceso a los servicios de salud y atención y los que no lo tienen.

Los que más sufren son los migrantes de todo el mundo, que no están integrados ni protegidos por ningún sistema de protección social o sanitaria. Hacer un llamado a la solidaridad es bueno, pero para los progresistas, la solidaridad no debe limitarse a nivel nacional, sino que debe ser mundial. La lucha contra la enfermedad debe ir acompañada de un fortalecimiento de las políticas de desarrollo y cooperación, distintas del comercio. Un primer paso debe ser ofrecer a los países más pobres y a su población el acceso a un tratamiento médico adsequible.

Nuevas oportunidades

No me sorprendería que, tras esta crisis, volviéramos a oír llamados a la austeridad, a remodelar y reequilibrar los presupuestos públicos y su deuda. Es mejor estar preparados ahora y pensar en anticipar el equilibrio entre políticas publicas y presupuesto. Como progresistas tenemos los elementos de política: los Objetivos de Desarrollo Sostenible, el piso de protección social de la Organización Internacional del Trabajo, las políticas de inversión social en salud, atención, educación y servicios públicos de calidad. Y tenemos una idea sobre las políticas macroeconómicas y las reformas estructurales progresistas.

Cada crisis ofrece una oportunidad, aunque el número de muertos de esta crisis es en particular demasiado alto. El reto es reformular un proyecto de sociedad progresista con un Estado fuerte, una buena gobernanza legitimada democráticamente que garantice el bienestar y la protección de sus ciudadanos, renovando el Estado social y de bienestar no como un costo, sino como un factor de inversión, que sirva de ejemplo para la justicia y la solidaridad internacional. Entonces llegaría el momento de un paradigma rojo de políticas progresistas mundiales y de multilateralismo. Incluso en tiempos de sufrimiento hay lugar para los sueños y las visiones. Aquellos que no tienen el valor de soñar, no tendrán la fuerza para luchar.