Junio de 2018
Apoyar la democracia y fomentar la renovación en tiempos de cambio
La democracia social internacional en transformación
Nuestros valores: Libertad, justicia y solidaridad
El tejido de valores representado por los partidos progresistas, socialdemócratas y socialistas, a saber, libertad, justicia y solidaridad, es sólido y goza de estima en todo el mundo. Estos valores repercuten en muchas iniciativas sociales. Nuestro movimiento se encuentra ante el reto de ganar la confianza suficiente para poder aplicar estos valores a los problemas actuales y extraer las conclusiones prácticas para plantear temas y estrategias políticas, crear posibilidades de alianzas, diseñar un estilo adecuado de hacer política y crear una estructura de partido eficiente.
Superar contradicciones: reflexionar y actuar conjuntamente para encontrar nuevas soluciones
En vista de los desafíos en el seno de las sociedades y a nivel global los partidos progresistas, socialistas y socialdemócratas son más necesarias que nunca. En el pasado, a menudo se apelaba a ellos cuando aparecía una confrontación entre diferentes planteamientos políticos, económicos o sociales, cuando había que prestar atención a los puntos en los que podía surgir una fractura social, cuando había que superar contradicciones y moderar entre diferentes intereses y opiniones. Y cuando en amplios sectores de la sociedad se manifiesta la necesidad de dar explicaciones a la situación actual y encontrar formas alternativas para lidiar con ella –como es el caso hoy en día–, cabe reforzar esta capacidad de reflexionar y actuar conjuntamente.
Los retos para nuestro movimiento
Las transformaciones radicales de los fundamentos culturales, económicos, político-organizativos y burocráticos de nuestra labor plantean un fuerte reto para nosotros. Hablamos de hechos y fenómenos recientes como la desintegración del entorno laboral y profesional, así como la fragmentación de la identidad social; la transformación de las estructuras económicas y la presión a la que se ven sometidas las propuestas normativas socialdemócratas en el Estado nacional; la determinación en la lucha contra planteamientos políticos neoliberales; un enfoque holístico a la hora de conjugar cuestiones ecológicas y económicas; la pérdida de antiguos aliados y el resurgimiento del populismo.
A esto se añade que en muchos países y regiones del mundo los partidos –y no solamente de nuestro movimiento– a menudo están demasiado reprimidos para poder ejercer su función democrática y social.
Por una cultura de autonomía y entendimiento
La meta de nuestro quehacer político es que todo el mundo pueda vivir bien y en condiciones de libertad, reconocimiento, autonomía y seguridad. El punto de partida es el humanismo político, una concepción centrada en el ser humano y todo aquello que lo conforma, incluidos sus miedos, pero que se fija sobre todo en su capacidad de colaboración para resolver problemas. Nuestra política debe empoderar a las personas, dándoles la posibilidad de contribuir con sus propias ideas políticas a tomar las decisiones adecuadas para configurar el futuro. Mientras que el populismo de la derecha fomenta una cultura de dependencia e incomprensión, la política progresista, socialista y socialdemócrata debe contribuir a que las personas, en cooperación con los demás, vuelvan a tomar las riendas de sus vidas en sus propias manos, recuperando así un espíritu comunitario. Pero el humanismo político también implica oponerse a todos aquellos que afirman que nada se puede cambiar. De lo que se trata en realidad es volver a liderar la lucha por nuestro futuro ya que las sociedades necesitan tener esperanza en un futuro abierto y moldeable, que vaya más allá de liquidar las cargas y las deudas heredadas del pasado. No se trata simplemente de superar lo antiguo sino de construir lo nuevo.
Combinar visiones alternativas con medidas concretas
¿Qué significa esto concretamente? Lo que necesitamos son alternativas convincentes, plausibles y atractivas, que vayan acompañadas de estrategias de acción. Estas estrategias de acción deben abarcar dos aspectos: por un lado, se deben diseñar proyectos políticos iniciales que den respuesta a los problemas y adversidades actuales, y por el otro, habrá que ofrecer ideas y enfoques a largo plazo que sirvan para combinar la actividad política cotidiana con el desarrollo de visiones más amplias. En realidad, no se trata de volver a inventar la rueda porque el argumento de que no hay alternativas hoy ya no se puede sostener. Existen numerosas propuestas concretas y viables: ya se han calculado sistemas eficientes de transición energética, se han diseñado planes viables de lucha contra el cambio climático y se han debatido propuestas detalladas para una reforma radical del sistema bancario; asimismo, se han presentado medidas concretas tanto para seguir poniendo coto a los mercados financieros y las grandes empresas multinacionales como para reducir la desigualdad y crear trabajo digno en todo el mundo. Además, con la Agenda 2030 para el desarrollo sostenible, que fue aprobada por la comunidad internacional, existe ya un marco global para plantear una transformación socioecológica con objetivos e indicadores concretos.
Cuatro piedras de toque para nuestra política
Temas clave de políticas socialdemócratas
En los próximos años tendremos que concentrarnos en los temas que son claves para la reestructuración social y económica, la renovación de la democracia, que den un impulso a nuestras sociedades y partidos, que contribuyan a fomentar la confianza entre y dentro de las sociedades y realcen nuestros valores fundamentales socialdemócratas. Entre estos temas figuran los siguientes:
En los próximos años, la digitalización va a marcar de forma esencial la economía y los mercados laborales, pero también nuestro modelo de convivencia en la sociedad. La digitalización es un motor sustancial de la división del trabajo a nivel internacional. En estos años que vienen, esta tendencia será aún más acusada y la división del trabajo continuará aumentando debido a la intercalación de distintas tecnologías, como la inteligencia artificial, la impresión 3D, los teléfonos inteligentes, la robótica o la biotecnología. No obstante, la digitalización no solamente plantea un desafío con respecto a los puestos de trabajo y la seguridad social; también supone un reto para la libertad de los seres humanos. Al mismo tiempo, las tecnologías digitales ofrecen un gran potencial de transformación para crear trabajo digno y lograr avances en la emancipación. Aún no está claro quién recibirá los mayores “beneficios digitales”. Hoy en día, el movimiento obrero y la socialdemocracia se enfrentan a la inmensa tarea de configurar la revolución digital de manera política, social y humana, igual que en el siglo XX tuvieron que hacerlo frente a la revolución industrial.
Es preciso formular respuestas más contundentes para prevenir los riesgos que la civilización humana ha creado para su propia existencia. El Informe Planeta Vivo del WWF llega a la conclusión de que, si se mantiene constante el alto consumo de recursos, en 2030 la humanidad necesitará dos planetas para abastecerse de alimentos, agua y energía, y cerca de tres planetas para el 2050. De ahí que un cambio de rumbo es tan urgente. Una economía de bajas emisiones de carbono necesariamente debe estar vinculada a la cuestión social y la renovación de la democracia. En caso contrario, se agudizarán las desigualdades y se perderá la aceptación de una renovación ecológica, precisamente entre aquellos sectores de la sociedad que ya sufrieron bajo las transformaciones estructurales en el pasado. Esta tarea es inmensa, pero acometerla y solucionarla es el gran cometido de nuestro movimiento. Esto significa que las distintas sociedades tienen que crear condiciones justas para esta transición, teniendo en cuenta sobre todo la situación de aquellos que más se verán afectados de este proceso de transformación. En el contexto global, los países desarrollados (incluidos algunos países emergentes) deben reestructurar su sistema económico a al mismo tiempo capacitar y ayudar a los países en desarrollo a compensar los daños ocurridos y apostar por vías de desarrollo sostenible.
Si el objetivo marcado es modelar el desarrollo económico de forma más sostenible, reforzar la confianza en la política y en el seno de la sociedad, limar las desigualdades y volver a priorizar las necesidades de la gente en lo relativo a los procesos económicos, entonces el primer punto de nuestra lista de tareas debe ser sin duda el control político de los mercados financieros.
Los daños económicos, políticos y psicológicos de la crisis del año 2008 fueron extremos. A pesar de una serie de reformas aún estamos lejos de implementar las resoluciones del G20 de 2008 según las cuales se postulaba que ningún actor, ningún producto y ningún mercado deberían operar sin regulación o quedar sin supervisión. Los mercados financieros siguen planteando un gran riesgo y su orientación va en contra de los intereses de la gran mayoría de nuestras sociedades. Parte de la reestructuración de los mercados financieros y de una reforma de la política comercial son, entre otras medidas, una regulación más estricta de la banca en la sombra, un sistema bancario dual eficiente, la prohibición de operaciones de riesgo y de la especulación con productos agrarios y materias primas energéticas, la reglamentación de la negociación de alta frecuencia, la ampliación masiva de los mecanismos de supervisión y la reforma de los modelos de negocio de las agencias de calificación crediticia. También es necesario un cambio fundamental en las políticas fiscales a nivel internacional, por ejemplo, acabando con la ruinosa competición por las tasas impositivas más bajas, estableciendo obligaciones de transparencia para empresas transnacionales y cerrando el grifo de manera consecuente a los paraísos fiscales.
En un mundo cada vez más complejo tenemos que establecer redes de confianza en los diferentes niveles que permitan acciones comunes. Una condición previa para ello son esfuerzos diplomáticos activos, asumiendo responsabilidades propias y buscando perspectivas e intereses comunes. Las medidas más sostenibles para aumentar la confianza son el establecimiento y la consolidación de organizaciones internacionales eficientes. La política progresista, socialista y socialdemócrata siempre estaba acompañada de un fuerte reconocimiento de la importancia las organizaciones internacionales. No será posible solucionar los desafíos globales sin una organización fuerte como las Naciones Unidas. Muchas personas están desilusionadas por la (aparente) falta de voluntad de reformar la ONU. Sin embargo, debemos tomar en serio el papel de la ONU y, por lo tanto hacer un mayor uso de las Naciones Unidas, por ejemplo, en situaciones de conflicto, fortalecerlas con iniciativas concretas y asegurar que dispongan de suficientes capacidades personales y financieras para poder acometer sus tareas. Entre los temas que nuestros partidos deben impulsar en los próximos años están el fortalecimiento de iniciativas de desarme y control, la mejora de la arquitectura de la ONU de 2030, la ampliación de instrumentos de prevención de crisis, entre otros.
En muchos países, los avances del desarrollo son anulados por las crisis y los conflictos, y a veces cualquier desarrollo resulta completamente imposible. Por ello, uno de los temas centrales dentro y más allá de la ONU será la importancia de medidas de prevención de crisis civiles. Si se habla de seguridad cabe plantear las preguntas siguientes: ¿De la seguridad de quién estamos hablando? ¿A quién queremos proteger, y con qué mecanismos y contra qué tipo de peligro queremos brindar protección? Los instrumentos de prevención de crisis, la mediación y la rehabilitación posconflicto deben ser los elementos fundamentales de la orientación política de nuestros partidos para promover la paz.
A pesar de las mejoras alcanzadas en cuanto a la participación política y el acceso a la educación siguen existiendo importantes diferencias entre hombres y mujeres en los ámbitos del trabajo, la política y la sociedad. Y si ciertas instituciones neoliberales promueven la participación y el liderazgo de mujeres, el motivo no es lograr la igualdad de género sino maximizar las ganancias. Además, las mujeres que se benefician de ello son solamente un pequeño estrato de la sociedad, mientras que para las personas menos privilegiadas la discriminación de género va aumentando. Hay un nuevo auge de fundamentalistas que abogan por una jerarquía “natural” entre los géneros y se observa un restablecimiento de relaciones de poder patriarcales a nivel global.
Luchar por la igualdad de oportunidades para todos y todas en cuanto a la participación política, económica y social es un objetivo primordial de los partidos progresistas; no solamente fomentaremos un crecimiento socialmente justo y sostenible, sino también la estabilidad política, la cohesión social, la solidaridad y la redistribución de los recursos. Para ello hay que establecer alianzas con el movimiento feminista y otros movimientos sociales que luchan por la igualdad de género.
El mundo está en movimiento y esta situación continuará en estos años que vienen. Los movimientos de huida y migración aumentarán a nivel mundial. Los motivos son varios: huida ante la guerra y catástrofes climáticas, ante el propio gobierno o por la miseria social.
En esta situación hay dos cuestiones fundamentales: Por un lado, hay que gestionar la migración a nivel global. Los dos procesos más importantes en esta labor son el “pacto global sobre una migración segura, ordenada y regular” y “un marco de respuesta integral para los refugiados”. Los procesos de negociación en curso desembocarán en negociaciones gubernamentales en el seno de las Naciones Unidas en 2018. Aunque no sea de esperar que las mismas conduzcan a la elaboración de una nueva convención vinculante, sí serán un paso importante hace un debate global sobre una migración regulada. Queremos contribuir a este debate con propuestas propias y tomarlo como eje central de una nueva política en materia de migración.
Por el otro lado, el objetivo debe ser “combatir las causas de la huida” con medidas concretas y políticamente viables. Para ello hacen falta más un análisis y una concientización más profundas. Debemos llevar el debate sobre las causas de la huida, pero también sobre motivos de la huida “creados en los países ricos”, además de un análisis sistemático de las políticas que conduzcan a un aumento o una disminución de la huida.
Se necesitan actores fuertes que respondan a las tendencias sociales, que den orientación política y ofrezcan soluciones y mecanismos para su implementación. Se trata, primordialmente, también de tareas de nuestros partidos. Para poder cumplir estas tareas, tenemos que desarrollar también nuestros partidos. Los partidos progresistas, socialistas y socialdemócratas deben tener la ambición de configurar y utilizar las instituciones estatales. Pero también se espera de estos partidos que marquen de manera ideológica, social y cultural las discusiones que se entablan en la sociedad, una tarea que solo puede llevarse a cabo en alianza con otros actores. No obstante, para poder aglutinar los diferentes actores, nuestros partidos deben desarrollar una mayor capacidad de promover cambios en la comunidad y buscar el intercambio con personas, movimientos y organizaciones que impulsen planteamientos progresistas, socialistas y socialdemócratas también fuera del ámbito de los partidos. Así, nuestra política no está enfocada simplemente a ganar el poder, sino que, mediante alianzas en el seno de la sociedad, impulsa cambios concretos más allá de los niveles gubernamentales.