São Paulo

Documento de aporte – Seminario de São Paulo

Seminario de la Alianza Progresista: Democracia y Justicia Social, del 24 al 25 de abril de 2016, São Paulo, Brasil

Para nosotros como progresistas, socialdemócratas y socialistas, la libertad, la justicia y la solidaridad son valores y principios rectores. Por lo tanto, no concebimos la democracia como neutra, sino como democracia social.

  • «Social» es la condición previa de cualquier democracia justa y sostenible. Nuestra idea de la democracia social es la siguiente: los derechos de libertad individual y de participación política, tal y como los garantiza la democracia, sólo pueden ser disfrutados por todos y todas si los riesgos sociales, que en las sociedades capitalistas están distribuidos de forma injusta, no tienen que ser asumidos exclusivamente por los individuos, sino están cubiertos por el conjunto de la sociedad.
  • La democracia funciona solamente si es aceptada por la gran mayoría de la población no tan privilegiada. Para que así sea, la democracia no debe quedar limitada a la esfera política en el sentido más estricto. La democracia no debe detenerse a las puertas de fábricas, escuelas, universidades o cuarteles. La democracia debe percibirse y practicarse en la vida cotidiana y en los distintos ámbitos de la vida de las personas. Esto es democracia social.
  • El desarrollo de fuertes desigualdades como las que observamos actualmente en muchos países del mundo socava los procesos democráticos. Una democracia que funciona requiere un mínimo de homogeneidad. La política progresista lucha precisamente por estos objetivos: redistribución, igualdad de oportunidades y promoción social con el fin de reducir la desigualdad social.
  • No a una democracia conforme a los mercados: la democracia social debe observar el comportamiento de la democracia frente a los mercados. La pregunta es: ¿cómo se pueden controlar de forma democrática la economía y los mercados y ponerlos al servicio de la comunidad, también en las condiciones de la globalización? Nuestra tarea es emplear las normas igualitarias de la democracia para controlar los mercados. Esa es la función esencial de la democracia social.
  • La democracia necesita demócratas: el ejercicio de la democracia también se debe aprender. Por eso, una de las tareas de la democracia social es asegurar siempre que todos los ciudadanos y ciudadanas puedan participar y que se creen instituciones eficientes y tranparentes que permitan esa participación. Esa es la única forma de ganar la lucha contra los populistas y sus respuestas fáciles a los desafíos de nuestros tiempos, así  como contra las fuerzas neo conservadoras que recorren a forzados juicios políticos parlamentarios y/o judiciales a los que algunos llaman golpe blando.

 

La democracia social está bajo presión en todo el mundo

Es cierto que la democracia se ha vuelto más atractiva después del final de las dictaduras militares en América Latina o la Guerra Fría en Europa, y cada vez han sido más los países alcanzados por la ola de la democratización. Pero en la mayoría de ellos esta tendencia no ha ido acompañada de un desarrollo continuo de unas instituciones y una cultura democráticas. Más bien parece que en muchos países el avance del desarrollo democrático está bloqueado, y la restricción de los derechos de libertad civil o el control insuficiente del poder ejecutivo son aceptados como un estado permanente. La legitimación de democracias jóvenes se va deteriorando porque estas no pueden satisfacer las expectativas de participación, justicia social y seguridad que habían despertado. Cada vez son más los países donde la democracia se encuentra bajo presión de diversa índole:

  • Están ganando terreno nuevos modelos como la llamada «democracia soberana», que justifica la concentración del poder o la restricción de los derechos de libertad con la lucha contra el terrorismo, debido a la religión o a un modo de desarrollo económico.
  • La breve primavera árabe condujo a una respuesta autoritaria en su contra, parcialmente a guerras civiles y a un aumento de amenazas terroristas. Las revoluciones de color en Europa Oriental en muchos casos condujeron a amplias represiones contra la sociedad civil.
  • La información es controlada por medio de medidas tecnológicas cada vez más amplias, los flujos de datos son interceptados y se ejerce la censura.
  • Los mecanismos de control y equilibrio de poderes son invalidados en algunos países por fuerzas que se encuentran en la periferia del espacio político, tanto de la derecha como de la izquierda, con el argumento de que la dirección del Estado tiene un pacto directo con la población y, por lo tanto, se hace superflua la división de poderes.
  • La lucha contra la corrupción y la falta de transparencia de las instituciones siguen siendo un gran desafío también en las democracias emergentes.

 

Nuestros desafíos

Cada vez hay más decisiones políticas no tomadas por representantes elegidos sino forzadas por los mercados o impuestas a los Estados a través de instituciones supraestatales sin legitimación democrática. Una respuesta a esta situación es la llamada «democracia conforme a los mercados», que ya no intenta evaluar, tratar y en caso necesario corregir políticamente los resultados de procesos económicos controlados por los mercados, sino que adapta la comunidad a las necesidades de dichos mercados.

  • Como progresistas, socialdemócratas y socialistas, estamos trabajando por volver a incluir y ensamblar la economía global en el seno de las sociedades. Pero existen empresas cuya mera dimensión y cifra de negocios, superior al PIB de muchos países, permiten anular la formación de la voluntad democrática. Estas empresas son actores políticos cuya acumulación de capital equivale a la acumulación de poder político; es la valoración del poder económico en lugar de la gobernanza.
  • El neoliberalismo ha cuestionado muchos logros de la democracia social y del Estado de bienestar. Aunque se hayan mantenido las reglas de juego formales de la democracia, a menudo se ha producido un desplazamiento del poder de decisión en favor de las élites económicas. Con esta «refeudalización» de la política, la economía y sus grupos de presión tienen acceso directo a la política, mientras amplios sectores del mundo político reconocen la primacía de la economía.
  • Las estructuras de gobernanza globales no serán capaces de compensar la pérdida de capacidad de control del Estado nacional. Esta situación se ve acompañada de un renacimiento de políticas de soberanía tradicionales, y agravada por el hecho de que la Unión Europea, como laboratorio de gobierno transnacional, se encuentra en una profunda crisis. En su situación actual, las instituciones internacionales jadean bajo el peso de sus tareas y apenas existe la posibilidad de que así se conviertan en el pilar fuerte de un orden mundial estable.

 

Como progresistas, socialdemócratas y socialistas nos hemos esforzado en años pasados por rehabilitar el Estado y prepararlo para contrarrestar la supremacía de los mercados. Tenemos que dirigir nuestros esfuerzos principalmente al establecimiento de nuevas instituciones y formas para la participación. Es necesario tanto que la participación sea amplia como que las decisiones se tomen rápidamente. Es la cuadratura del círculo, y para ello hacen falta innovaciones urgentes. Precisamente en los países emergentes y en desarrollo se puede encontrar toda una serie de innovaciones: auditorías públicas, presupuestos participativos, etc. Para que una democracia social funcione es preciso crear instituciones democráticas allí donde se puede vivir la democracia de forma concreta. Estas instituciones deben enfocarse en los diferentes ámbitos de vida de la gente y las fuerzas progresistas, socialdemócratas y socialistas deben estar presentes y ejercer su influencia en estos ambientes sociales.

La historia demuestra que un factor decisivo para ello son partidos progresistas y de izquierda fuertes, así como sindicatos en condiciones de luchar y una sociadad civil activa. Erigir este tipo de organizaciones es mucho más difícil que crear movimientos espontáneos que a menudo también son efímeros. Un verdadero cambio de las mayorías políticas en los parlamentos solamente se producirá si antes hay una politización de las sociedades, y si estas pueden participar en la toma de decisiones. Sin embargo, un (contra)poder democrático solamente se podrá desarrollar de forma duradera si puede apoyarse en organizaciones como partidos, sindicatos y la sociedad civil que tienen la capacidad de influir eficientemente en las instituciones centrales de la sociedad.

Con los movimientos y las protestas sociales en todo el mundo como reacción al creciente nivel de desigualdad, en el seno del debate social han vuelto a plantearse no solo la cuestión democrática, sino también la cuestión social. El nivel de desigualdad hoy en día es un factor determinante para la prosperidad económica, la movilidad social, la reducción de la pobreza, la cohesión social y la participación política. La lucha contra la desigualdad es una de las tareas fundamentales de los próximos años, ya que la futura constitución del mundo dependerá menos de si la globalización sigue aumentando el bienestar de los ricos (las sociedades ricas) y más de si se logra disminuir las diferencias sociales, económicas y político-medioambientales y si se fortalece la cohesión social de las sociedades.

 

Democracia y justicia social para todos y todas

La cuestión de la justicia social y la democracia se ha planteado en los últimos años en un lugar bien distinto: en las calles y plazas del mundo. Las protestas en Túnez y El Cairo, en Madrid, Nueva York o Estambul, expresaron (con todas sus diferencias) un descontento con sus sociedades y una indignación por la injusticia social, dejando claro que otros canales de expresión están bloqueados. Las protestas vincularon ambas cosas: por un lado, la cuestión social y la crítica de las injusticias sociales, de costos de vida demasiado altos, de la falta de perspectivas debido al desempleo, del empleo precario y de sistemas de educación deficientes y, por otro, la crítica de formas de gobierno cada vez más autoritarias, sea en forma de regímenes de modernización corruptos o (en vista de la zona euro) una administración de la crisis en Europa que en gran medida se ha quedado fuera de un control democrático. La protesta política vuelve a ser una manifestación vital, y el compromiso político es cada vez más una cuestión existencial.

Nuestro objetivo es que la economía vuelva a estar anclada en la sociedad y sea controlada por la sociedad. Esta cuestión decidirá si volvemos a alcanzar la democracia social.

  • La desigualdad es perjudicial para la prosperidad económica. Sin embargo, hay un nexo causal entre la desigualdad y varias lacras sociales.
  • La desigualdad consolida las relaciones de poder y de oportunidades sociales, impidiendo de esta manera la movilidad social e intrageneracional y dificultando la lucha contra la pobreza.
  • La desigualdad amenaza tanto la paz social como la estabilidad política, y socava a largo plazo la democracia. También en las democracias supuestamente bien establecidas el aumento de la desigualdad material incrementa el dominio de las élites con un fuerte poder financiero en la toma de decisiones políticas. De esta manera, el poder del pueblo se convierte paulatinamente en el poder del dinero.

Nosotros abogamos por una política en favor de la democracia y la justicia social para todos y todas.

 

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