El futuro de Chile es incierto tras los resultados de las elecciones de ayer. José Antonio Kast, en representación de la extrema derecha, obtuvo el 27,92% de los votos y Gabriel Boric, en representación del Frente Amplio, apoyado por el Partido Comunista, obtuvo el 25,80%. Ambos se enfrentarán a una segunda vuelta el 19 de diciembre y tratarán de llegar a un acuerdo con los demás candidatos que no lograron clasificarse para la segunda vuelta y de movilizar a los que no votaron.
Ayer, sólo el 47,34% de los votantes emitieron su voto en un sistema de votación voluntaria. La candidata de los partidos socialdemócratas, PS Chile y el Partido por la Democracia (PPD), Yasna Provoste, del Partido Demócrata Cristiano, sólo obtuvo un 11,62%. Es la primera vez que la coalición de centro-izquierda que ha gobernado el país durante 30 años no estará representada en las próximas elecciones de diciembre. Ante la incertidumbre en la que vivimos hoy, tanto el Partido Socialista como el Partido por la Democracia han pedido un apoyo incondicional para Gabriel Boric. Mientras tanto, el Partido Demócrata-Cristiano decidirá su apoyo tras una reunión nacional en los próximos días, y probablemente establecerá algunas condiciones para su apoyo.
Las razones de este resultado son varias, pero parece que la falta de confianza en los partidos políticos en estos tiempos de múltiples crisis se ha visto sacudida, así como una retórica excesivamente vacía y falta de propuestas, incapaz de atender las preocupaciones y ansiedades de una población que convive con la delincuencia, el narcotráfico, la pérdida de la vivienda y otros temores de degradación. Kast, por el contrario, supo responder a estas preocupaciones con su retórica sobre la paz, la seguridad, la lucha contra la delincuencia, el narcotráfico y la migración. Además, Kast ha sido capaz de prometer seguridad a los pequeños y medianos autónomos y a los empresarios para que puedan seguir viviendo de sus negocios, amenazando con todo el peso de la ley a quienes quieran saquear sus tiendas o pequeños negocios.
Los progresistas chilenos parecen tener traumas del pasado en su relación con la violencia y la delincuencia, los 17 años de dictadura están tan impregnados y parece que es muy difícil hablar de sanciones, orden y violencia pública. Se trata de aprender a llamar a la violencia y al terrorismo por su verdadero nombre y proponer medidas concretas para enfrentar el problema del vandalismo, el narcotráfico, la migración descontrolada en el norte de nuestro país y los problemas de seguridad en La Araucanía, con la quema de vehículos forestales, la quema de casas particulares y el asesinato de jóvenes mapuches, producto de la desproporcionada militarización del territorio propuesta por este gobierno y apoyada por la mayoría del Congreso de la República.
Sólo nos quedan unos días para intentar hacer llegar el mensaje a los votantes que no acudieron a las urnas, pero este trabajo debe hacerse sin eufemismos, con la esperanza de que sea posible que los progresistas y demócratas aborden y se hagan cargo de los problemas que aquejan al pueblo. Hoy es necesario comunicar de forma sencilla para que el mensaje sea escuchado y, sobre todo, hacer todo lo posible para llegar a todos los demócratas y progresistas, unidos bajo un objetivo común y sin culpar al pasado. Hay que movilizar a las mujeres, a los estudiantes, a los actores culturales, a los sindicatos, a las distintas organizaciones sociales y de derechos humanos, no hay tiempo que perder para preservar todos los avances de la democracia de los últimos 30 años. Para algunos puede no ser mucho, pero para la gran mayoría en Chile ha sido una luz después de una noche oscura que duró 17 años.