Por el Presidente de Australian Labor International (ALP), miembro de la Junta de PA, Wayne Swan
En la polÃtica, asà como en la vida en general, siempre hay una eterna lucha por comprender lo que podrÃa haber sido cuando vivÃamos lo que era.
El manejo de la crisis y el estÃmulo del trabajo durante 2008 y 2010 evitaron una recesión, pero la gente que vivió el perÃodo nunca sintió las balas que Australia esquivó. Tampoco entendieron la profundidad de la recesión en aquellos paÃses donde las balas no fallaron.
Al final de esta década habrá un vigoroso debate sobre lo que habrÃa sido si el Gobierno de Morrison no hubiera actuado como lo ha hecho.
El New York Times observó que “las crisis exponen problemas pero no ofrecen alternativas, y mucho menos voluntad polÃtica”. El cambio requiere ideas y liderazgo. Las naciones a menudo pasan por los mismos tipos de crisis repetidamente, ya sea incapaces de imaginar un camino diferente o no están dispuestas a recorrerlo”.
Esta vez la bala de la recesión encontrará su marca en Australia y creo que necesitamos una profunda discusión sobre un nuevo contrato social para el siglo XXI.
Sin duda, hay resistencia a un gobierno más activista, pero aunque profundamente arraigado, tiene una base muy estrecha. Una serie de poderosos intereses empresariales y sus siervos en los medios de comunicación y los partidos Liberal y Nacional y eso es todo.
Incluso las empresas no lo creen realmente, ya que están muy metidas en la sección de “socializar las pérdidas” del ciclo económico que reconozco tan bien de hace 12 años. Empresarios que se elogian a sà mismos en las páginas del Australian and the Financial Review como semidioses capitalistas de alcance mundial, pero que son los primeros en la fila con sus manos extendidas al gobierno cuando el mercado se vuelve hacia abajo.
Y ese es el punto. En una crisis, los ricos y los poderosos están bien aislados, pero aprendemos de nuevo cómo la baraja está en contra de los trabajadores y de los que tienen trabajos precarios en toda la economÃa.
Muchos en el lado conservador continuarán retorciéndose las manos sobre la ampliación y la sostenibilidad del gobierno y el déficit y la deuda que lo acompañan.
Sin embargo, la respuesta a esta crisis ha requerido polÃticas diferentes a las utilizadas en un libro de jugadas normal de lucha contra la recesión. Los subsidios salariales son sólo un ejemplo.
En octubre de 2008, el Partido Laborista adoptó el mantra de “ve duro, ve temprano, ve a los hogares”. Cuando la economÃa mundial se cayó por un precipicio en la Navidad de 2008-9, decidimos usar una fuerza abrumadora. En febrero de 2009 se desplegó un estÃmulo adicional de 80.000 millones de dólares en dólares de hoy, esta vez destinado a la inversión en infraestructura, asà como a pagos en efectivo.
Su tamaño conmocionó a la nación. Nuestros oponentes polÃticos se burlaron de ella por considerarla excesiva, exagerada y comenzaron una campaña de 12 años de histeria por el déficit y la deuda, dirigida a socavar la credibilidad económica de los Laboristas.
La historia registra que el estÃmulo salvó nuestra economÃa mientras el resto del mundo se sumÃa profundamente en la recesión.
Inicialmente, la respuesta de las economÃas del G20 tras el colapso de Lehman Brothers en 2008 fue adoptar un enfoque keynesiano, pero la mayorÃa de los paÃses desarrollados del G20 volvieron rápidamente a un modelo de austeridad.
Australia no lo hizo, y mientras que Australia, una de las dos únicas economÃas avanzadas que evitó la recesión prosperó, la economÃa mundial sufrió la recesión más profunda desde la Segunda Guerra Mundial.
A medida que las réplicas del GFC sacudieron las economÃas mundial y australiana en la última parte de 2010 y 2011, nuestras inversiones públicas en escuelas, educación e infraestructura, junto con la inversión en minerÃa, aseguraron que superáramos al resto del mundo.
A pesar de este éxito, la campaña conservadora contra el estÃmulo duró desde el dÃa en que lo anunciamos hasta el 30 de marzo de 2020.
No obstante, nuestra administración económica fue objeto de una extraordinaria maldad por parte del Primer Ministro Abbott, el Tesorero Hockey y el actual Primer Ministro Morrison.
Ellos retrataron la economÃa australiana como “una casa destrozada con arañas en el armario” y el precio del carbono como “un impuesto sobre todo”.
No lo oirás de nuevo.
Hasta su tercer estÃmulo en marzo de este año, los conservadores no habÃan aprendido las lecciones de la última crisis.
Once años después, el gobierno de Morrison entregó un paquete de estÃmulo de 130.000 millones de dólares, centrado en los subsidios salariales por los que el Partido Laborista habÃa hecho campaña.
Este cambio de opinión sobre el estÃmulo impulsó a muchos a observar que todos, incluidos los liberales, son “socialistas en una pandemia”.
Doy la bienvenida a este paquete ya que el mundo se enfrenta a la mayor caÃda de la demanda global desde la Gran Depresión.
Pero lamento decir que la historia nos dice que tendrá que haber más apoyo para nuestra economÃa.
No es seguro que estemos siendo testigos de un cambio radical en la actitud de los liberales hacia el déficit y la deuda, porque el gobierno más pequeño, menos impuestos y la trifecta de salarios más bajos siempre han sido su núcleo.
Lo que nunca entendieron fue la enormidad de la Gran Recesión que afectó tanto a la producción de 23 paÃses de altos ingresos que fue el equivalente para el mundo desarrollado, de toda la economÃa alemana desapareciendo de la noche a la mañana.
La economÃa mundial ha estado atrapada en una trampa de bajo crecimiento durante los doce años transcurridos desde 2008.
La dependencia de la polÃtica monetaria en lugar de la polÃtica fiscal en otras economÃas avanzadas después de 2010 arrojó luz sobre la mentalidad de goteo.
Demostró que el crecimiento débil y anémico era producto de la creciente desigualdad de ingresos.
En 2015 incluso el FMI, que en su dÃa fue un bastión del neoliberalismo, llegó a la conclusión de que la disminución de la proporción del PIB destinada a las personas de ingresos bajos y medios era un freno al crecimiento y al aumento del nivel de vida de todos.
Su trabajo empÃrico muestra de manera concluyente que cuando los beneficios del crecimiento se concentran el crecimiento es más débil y cuando los beneficios se comparten de manera más justa el crecimiento es más fuerte.
Ahora está bien documentado que los bajos salarios y el trabajo inseguro impuesto a las comunidades de la clase trabajadora, junto con el vaciamiento de la clase media, causaron una polarización polÃtica que ha llevado al surgimiento de movimientos populistas radicales de derecha.
Como el Covid-19 amenaza a las poblaciones y destroza el crecimiento mundial, el mundo ya habÃa estado experimentando un crecimiento débil y anémico y una volatilidad polÃtica que no habÃa experimentado desde los años 30.
Asà que mientras esta última crisis golpeaba, seguÃamos viviendo con las consecuencias económicas y polÃticas de la última.
El enigma es: ¿cometerán el gobierno australiano y otras economÃas del G-20, después de poner en marcha su respuesta inicial a esta pandemia, el mismo error que se cometió después de la Gran Recesión y continuarán con el modelo neoliberal: gobierno pequeño, menos impuestos, menos regulación y salarios más bajos?
No se equivoquen. Cuando Scott Morrison habla de “snap-back”, esto es a lo que quiere volver. Puede que haya retirado la frase después de haberla probado mal, pero no retirará el pensamiento que hay detrás de ella.
Lo que requerimos ahora es lo que el mundo requirió y no obtuvo después de la Gran Recesión, es imaginar un nuevo contrato social.
Todos sabemos que la asistencia sanitaria para todos, la educación para la movilidad social, una red de seguridad social decente, fuertes sistemas fiscales progresivos, una voz más fuerte para el trabajo y una fuerte regulación para el medio ambiente son las mejores armas que tenemos contra el cinismo, el populismo de derechas y el tráfico de odio.
También sabemos que el virus de la economÃa de goteo no ha desaparecido. No debemos olvidar el presupuesto de austeridad de los liberales para 2014, bsu fomento de un aumento dramático del subempleo y el trabajo inseguro, y la destrucción del precio del carbono.
En los próximos seis meses, habrá muchos centristas que no se preocupen por los equipos rojos o azules, pero aún asà conseguiremos que se excluya a un millón de personas de los subsidios salariales, y que no se realicen inversiones visionarias para impulsar la economÃa más allá de septiembre.
Todo apunta a un “regreso al goteo”.
Entonces, ¿cuáles son los desafÃos mientras tratamos de trazar un nuevo curso?
¿Podemos deshacernos de la excesiva dependencia de la polÃtica monetaria y lograr el despliegue de la polÃtica fiscal con el pleno empleo como objetivo central?
¿Podemos reinventar la polÃtica monetaria para una nueva era de estancamiento secular?
¿Podemos tener éxito en la redefinición de la condición, la remuneración y las condiciones de nuestra fuerza de trabajo menos remunerada y ocasional?
¿Podemos lograr un consenso duradero de la comunidad en el sentido de que toda nuestra fuerza de trabajo es, en última instancia, la fuerza económica y social de la nación?
¿Podemos construir un nuevo marco para la industria y la polÃtica climática en el que las preocupaciones de interés nacional impulsen la inversión pública y privada en sectores clave de nuestra economÃa?
¿Podemos poner fin a la financialización de nuestra economÃa, en la que predomina la maximización de los beneficios y la primacÃa de los accionistas, y pasar a un modelo de inversión ambiental, social y de gobernanza?
¿Pueden los de la izquierda y el centro-izquierda de la polÃtica, aprender la lección de la última campaña electoral e idear un programa polÃtico que atraiga a la mayorÃa de los votantes sin importar si Morrison es el leopardo que cambió sus manchas o no?
No es difÃcil pensar que todos podemos prestar atención a las experiencias y lecciones de la última crisis para recorrer un camino del que saldrá una nación más fuerte con una mayor resistencia a los choques, ya sean económicos, de salud, climáticos o de seguridad.