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Borrador inputpaper: Riesgos, degradación y mutaciones de las democracias en América Latina

Insumo para la reunión de la Alianza Progresista en

Montevideo,  26/27 Septiembre 2019

No es suficiente denunciar el giro político conservador y extremista que afecta un arco amplio de países a escala global como “nuevo fascismo”. Lo urgente es entender y describir qué significa y bajo qué condiciones políticas y emocionales se produce la degradación de las democracias. ¿En que contexto se produce? ¿Cuáles fuerzas dinamizan esos procesos? ¿Cómo dialogan sus promotores con las sociedades? ¿Cuáles son sus métodos?

1   Crisis de gobierno, de partidos y de representación, sin rupturas abiertas del consenso democrático.

Una de las mayores dificultades que se presenta para el análisis y especialmente para la acción política en la actual coyuntura, es que las mutaciones regresivas de las democracias se producen sin rupturas abiertas del consenso democrático. Un consenso que para América Latina es el mayor en la historia política de la región, al que nadie parece dispuesto a renunciar. Tampoco parece necesario que ningún agente haya necesitado impugnar abiertamente la democracia para llevar adelante políticas que degradan la calidad democrática.

Durante las primeras dos décadas del SXXI las sociedades de las Américas experimentan una inédita expansión democrática. Esta se realiza a través del protagonismo y la participación de actores y grupos sociales de interés antes postergados y marginados (las oligarquías siempre estuvieron y controlaron el juego democrático). La expansión democrática trae al lugar central de la política a nuevos partidos, nuevos temas de agenda y nuevos asuntos de Estado. En el campo político partidario la expansión democrática se expresa como alternancia en el poder, mediante el éxito generalizado de antiguos o nuevos partidos desafiantes. En forma clara PT Brasil, FA Uruguay, PAN y PRD en México; con peculiaridades y diferencias, también integran ese movimiento de preferencias políticas y electorales los triunfos del MAS en Bolivia, PSUV en Venezuela, Revolución Ciudadana en Ecuador, FMLN en El Salvador. Si bien la Concertación en Chile no puede considerarse un partido desafiante, integró el arco amplio de expresiones que se conocieron como “progresismo latinoamericano”. También el triunfo del peronismo, devenido kirchnerismo, aportó de cierta forma en la restitución de la legitimidad del sistema político argentino que había sido destituido durante la crisis de 2001, recreando una opción política que fue reacción al neoliberalismo menemista de los años noventa.

En la segunda década del siglo se produce el giro político que desplaza a la mayoría de estos partidos de los gobiernos, inaugurando algo más que un cambio de orientación política. En todos los casos se superpone crisis de gobernabilidades con pérdida de capacidad de representación política por parte de los partidos, en una espiral que va presentando rasgos de crisis sistémica. La crisis de representación no se expresa únicamente en la pérdida de elecciones. Probablemente las derrotas electorales sean consecuencia de la incapacidad (acumulada durante los años de gobierno) que tienen los partidos progresistas para dialogar con los sectores más dinámicos de las sociedades, tales como las juventudes, los movimientos feministas, ambientalistas, entre otros.

En la América Latina post progresista se llega a diferentes formas y grados de degradación de las democracias sin golpes de estado clásicos, mediante elecciones y otros recursos del sistema (poder judicial, medios de comunicación, etc). Los triunfadores capitalizan antidemocráticamente los malestares de unas sociedades que fueron empoderadas por la democracia, la libertad de expresión, la conquista de antiguos o nuevos derechos sociales, y mayores niveles educativos. En la mayoría de los casos sus discursos se organizan sobre argumentos antipolíticos y antisistema, aun cuando los protagonistas sean integrantes del sistema y las elites de larga data.  Es notorio que actúan en principio dentro del consenso democrático, pero tanto las formas de acceso al poder como la manera de ejercerlo suponen transformaciones regresivas de la densidad y la cultura democrática en las sociedades. El ejemplo más evidente en América del Sur es Brasil, aunque está lejos de ser el único.

En cuanto a los rasgos de los triunfadores de este giro político., se trata de agentes fundamentalistas del mercado, la meritocracia, el orden y la familia; nacionalistas tan extremos como necesiten serlo, xenófobos y aporófobos; instalados en la trinchera global de lucha contra la “ideología de género” y el feminismo. Construyen hegemonía política mediante discursos de urgencia, pánico moral y material, así como las promesas de recuperación de antiguos órdenes ideales desbaratados por sus enemigos políticos[1]. La promesa de violencia forma parte de su discurso para conquistar el poder, y el ejercicio de la violencia institucional, simbólica y material, forma parte de sus repertorios de gobierno.

Otras variantes de degradación democrática, sin cambio de orientación política en los gobiernos se presentan en Venezuela y Nicaragua. En ambos sin romperse formalmente el contrato político de las respectivas constituciones se despliegan espirales de violencia de Estado (incluyendo fuerzas irregulares al servicio de los partidos de gobierno), restricción de libertades básicas, clausura de vías legítimas para que otras fuerzas políticas accedan al gobierno. Los partidos de gobierno en ambos casos también se apoyan en discursos fundamentalistas, de urgencia y pánico.

2   Retóricas orden, fe, urgencia y degradación de las democracias.

Los procesos que aquí nombramos como degradaciones de las democracias, para el Latinobarómetro marcan el final de la tercera ola democrática. Por esa causa su directora define 2018 como Annus Horribilis[2].  Con la perspectiva que dan los acontecimientos consumados, es posible reconocer señales y tendencias que alimentaron cambios políticos y culturales tan drásticos y que las elites no pudieron o no quisieron ver.  A principios del SXXI se advertía sobre “el síndrome de consolidación democrática con creciente inestabilidad e ilegitimidad de la política”[3]. El Latinobarómetro expone largas series de encuestas a nivel continental que dan cuenta de una sostenida tendencia a lo que podríamos llamar una reconciliación cultural con el autoritarismo, ejemplificado en la creciente preferencia por soluciones no democráticas, y especialmente el sostenido declive del prestigio de los partidos políticos, gobiernos, parlamentos, sindicatos y otras instituciones de la democracia; en contraste con el incremento del prestigio de actores militares, policiales o confesionales[4]. Es decir que los discursos de fe y orden ampliaron su influencia en las sociedades antes que agentes políticos significativos los convirtieran en sus recursos de victoria. Los triunfadores del giro político desafiaron al establishment, en su mayoría progresista, y lo derrotaron mediante unas escaladas discursivas que combinaron tanto violencia como cinismo. Los recorridos hacia el poder pasaron por la ruptura explícita y brutal de los consensos de la corrección política en el abordaje de los principales temas sobre los que se alcanzaron trabajosos consensos: los derechos de las mujeres, el anti-racismo, la paz, las poblaciones originarias y el cuidado del medio ambiente, por mencionar los más evidentes. Los extremistas de derecha usaron contra esas agendas réplicas de violencia proporcional al prestigio alcanzado anteriormente por los temas y sus protagonistas. Y siempre en el marco de discursos centrados en cuestiones de alta sensibilidad como privilegios y corrupción de las elites en contraste con las necesidades de las poblaciones más vulneradas, la inseguridad y la violencia, en combinaciones tan sofisticadas como cínicas.  Por ejemplo, los ataques a las cuotas otorgadas por diferentes motivos para acceder al estudio o empleo son presentadas como privilegios equiparables a las más vergonzosas desigualdades sociales. Los avances en materia de derechos para las mujeres en diferentes planos son resignificados como formas de destrucción de la moral y la familia, es decir de la sociedad. En particular la lucha contra la ideología de género es un hilo conductor a todas las expresiones de todas las variantes extremistas que se despliegan a nivel global.

La degradación de las democracias es primero un proceso discursivo violento y moralizante, que se apoya en segmentos de realidad y reorganiza simbólicamente sus significados. En todos los casos su éxito está vinculado a un compromiso fuerte de los medios de comunicación masiva como amplificadores espectaculares de la violencia discursiva.

3   Perplejidades y respuestas oportunistas y de corto plazo ante las señales de crisis democrática

Los partidos y las elites, en general, oscilaron entre la negación y la ilusión de capitalizar para sus intereses inmediatos los malestares sociales con “la política”. Reaccionaron en clave más competitiva que colaborativa; dominados por el corto plazo (ganar elecciones), y sin adentrarse en el análisis crítico del proceso y sus propios desempeños. Como partidos pasaron a actuar bajo la racionalidad del mercado, del consumo, de la provisión de un buen servicio de gobierno, más que como líderes intelectuales y conductores políticos[5].

En ausencia de una crítica democrática de la democracia, se ambientarán las condiciones emocionales y subjetivas para regresiones democráticas de las democracias. Los malestares sociales producidos por el capitalismo contemporáneo se redireccionaron como crítica y descrédito de los actores políticos y florecen mediante discursos antipolíticos usados para capturar los escenarios de la política democrática. En particular los partidos progresistas cuando fueron gobernantes estuvieron en un lugar clave durante los procesos de regresión y decadencia de las democracias en la región. La disponibilidad de poder político a nivel nacional y regional fue significativa, y las expectativas colectivas fueron proporcionales a ese poder. También la frustración. En conjunto puede decirse que los progresismos desarrollaron procesos de adecuación a la baja de las expectativas y promesas programáticas, y ello tuvo consecuencias en muchos campos. Entre ellas dos muy significativas fueron: a) la dispersión de sus bases sociales y políticas y, b) el fortalecimiento del poder (en todo sentido) de los adversarios de sus programas transformadores. Las crisis globales de principios del SXXI desencadenaron nuevas retóricas de restricciones y ajustes que confrontaron a unas sociedades donde estaban en expansión tanto la conciencia de las desigualdades como las expectativas de mejorar las condiciones concretas de vida.   La frustración de las expectativas de mejora (cambio) en tiempos vitalmente relevantes para las personas y sus familias provocó una radicalización de la intolerancia con las antiguas y nuevas desigualdades. La intolerancia ante la injusticia de ninguna manera es un sentimiento conservador, sin embargo, en ausencia de una estrategia política clara del progresismo, se alimentó un malestar antisistema que capitalizaron agentes conservadores, extremistas y fundamentalistas.

4   Capturas corporativas de las democracias.

El poder corporativo adquirió en la presente etapa formas articuladas y organizadas que integran desde el nivel transnacional a lo más inmediato del día a día de la vida de las personas. Esto incluye el poder de gobierno.

a)   Expandió el poder de los lobbies gracias al financiamiento de campañas políticas cada vez más costosas y menos programáticas, capturó el área jurídica, controló la información y la producción académica, y erosionó la privacidad de todas las personas habitantes de sociedades hipercomunicadas. El nuevo mapa de poder corporativo financiero se manifiesta en los actos de captura [una a una] de las esferas más relevantes, ya sea valiéndose de los marcos existentes o del “estiramiento conceptual de las leyes”. Las empresas trasnacionales son las agencias de lobbie político más eficiente, con un poder que se consolida a cada acto de expansión de su poder real de explotación sin fronteras los recursos naturales y las rentas de la tierra.

b)   Los paraísos fiscales representan enclaves territoriales que aíslan al Estado dentro de los confines de una hipotética soberanía territorial y jurídica. La creciente dependencia respecto a la rentabilidad derramada desde los enclaves financieros tanto para la realización de políticas de Estado como para la renovación de los créditos electorales constituyen dos rasgos centrales de la captura corporativa.

c)   La pérdida [casi total] de soberanía emerge como consecuencia [natural] de las nuevas reglas de la democracia. El discurso del mercado tomó casi por completo el poder político, volviendo a los gobernantes incapaces de implementar proyectos alternativos, porque su capacidad de acción se sofoca dentro de las reglas de un juego democrático que es ahora financiero.

d)   La captura de los elencos políticos se torna eficiente y rápida toda vez que la política devino un fenómeno de mercadeo, imagen y espectáculo (tv+redes). Dicha captura se operativiza mediante: a) cooptación y compra de los partidos dándoles garantías de competencia a través de los enormes recursos económicos que son necesarios para hacer política y; b) poder de instituir los marcos de referencia dentro de los cuales se sitúa “lo posible” a través de procesos mediáticos, judiciales, y de otras coaliciones[6].

5   Nuevas coaliciones de poder

Mientras los elencos políticos tradicionales se entretienen disputando espacios de poder bajo formas y racionalidades también tradicionales, nuevos actores y coaliciones fueron construyendo los escenarios y marcos de referencia donde las sociedades tomaron las opciones políticas que son objeto de estos comentarios. Estas coaliciones son inestables, o por lo menos muy flexibles, viabilizan su incidencia mediante intervenciones sobre temas que dominan la agenda contemporánea, o que algunos de los agentes de estas coaliciones instalan en la agenda. Temas que parecen ser los grandes ordenadores de las agendas conservadoras a nivel global son el antifeminismo, la lucha contra la ideología de género y el familismo (la familia tradicional como base de la sociedad). También la corrupción generalizada de las elites (robo e ineficiencia) y las inseguridades individuales y colectivas (crimen, trabajo, enfermedades, medio ambiente como amenaza y no como responsabilidad compartida). En conjunto estas coaliciones se articulan en torno a la espectacularización de la corrupción y los abusos de poder, los miedos, la construcción de enemistad y el cultivo del desprecio por todo lo divergente. Estas emociones son usadas para alimentar una subjetividad colectiva propensa a la radicalización, la desmesura, las soluciones rápidas, la intolerancia a la diferencia, el desprecio por el debate razonado y la deliberación serena. En suma, el cuadro emocional necesario y suficiente para el triunfo de los agentes portadores de discursos antipolíticos y degradantes de los atributos de las democracias maduras. En esas coaliciones los medios de comunicación (de propiedad trasnacional y concentrada, con un lugar destacado para las grandes plataformas) son actores claves e insustituibles. Otros agentes que se identifican como animadores claves de la emergente anti política son las empresas trasnacionales, las corporaciones religiosas y los agentes de la violencia legítima o ilegitima (fuerzas regulares e irregulares + poderes judiciales).  Es necesario insistir que no se trata de coaliciones formales, sino que se viabilizan en el marco de procesos complejos, donde la acción de unas en sus propias esferas de acción e interés fortalece el poder de las otras. Son procesos donde el triunfo de las expresiones electorales de la anti política parece ser la consecuencia de otras transformaciones operadas anteriormente en el campo de poder contemporáneo, especialmente en el cultural y emocional.

6   Una agenda abierta

a)   Comprensión: Entender lo que está pasando (repensar, debatir, probar nuevos caminos sin temor a equivocarse… una vez más)

b)   Relato: Elaborar un relato progresista del viraje político conservador

c)   Iniciativa: Recuperar la iniciativa política en temas claves para la democracia (reforma política-judicial-sistemas de comunicación y libertad de expresión)

d)   Alianzas: Apertura al diàlogo. Búsqueda de actores colectivos que en la teoría y en la práctica proponen novedades democráticas.

e)   Democracia: Democratización de la vida partidaria

 

[1] Usamos la idea de fundamentalismos como suspensión de la cultura y el poder de decidir, con base en la urgencia que instalan en las sociedades el pánico moral y material, en el sentido que le da la teóloga feminista Nancy Cardozo, ver: https://www.youtube.com/watch?v=Bcy78w-RAg0
[2]Ver Marta Lagos en http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
[3]Entre otros “Los partidos políticos en América Latina hoy: ¿consolidación o crisis?”, de Marcelo Cavarozzi y Esperanza Casullo, 2002.
[4]Ver  Informe 2018 en http://www.latinobarometro.org/lat.jsp
[5]El neoliberalismo convierte al ciudadano en consumidor. La libertad del ciudadano cede ante la pasividad del consumidor. El votante, en cuanto consumidor, no tiene un interés real por la política, por la configuración activa de la comunidad. No está dispuesto ni capacitado para la acción política común. Solo reacciona de forma pasiva a a política, refunfuñando y quejándose. Igual que el consumidor ante las mercancías y los servicios que le desagradan. Los políticos y los partidos también siguen esta lógica del consumo. Tienen que proveer. De este modo se degradan a proveedores que han de satisfacer a los votantes en cuanto consumidores o clientes.” (Byung-Chul-Han; Psicopolítica. 2018. Los destacados en itálica son del autor)
[6] El ejemplo de Odebrecht emerge claramente cuando se piensa este tema pero sin embargo es apenas una expresión cargada del barroquismo latino, de un fenómeno global.

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