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Resolución de Rabat – Justicia social e igualdad de oportunidades para todos

1. La justicia social en vez de la desigualdad creciente  

Las convulsiones políticas que tuvieron lugar en el mundo árabe desde finales de 2010 están estrechamente ligadas a la esperanza de un crecimiento económico, la creación de empleos y una mayor justicia social. La situación social y económica difícil de gran parte de la población en la región árabe así como la voluntad de superar las estructuras autocráticas y antidemocráticas vetustas han sido motores importantes para los movimientos de protesta en numerosos países. Los hombres y mujeres que se manifestaron resumieron todos estos criterios en sus gritos que reclamaban “Pan y dignidad”. En muchos países de Medio Oriente y del Norte de África surgieron nuevas posibilidades de participación política para grupos de la sociedad que antes estaban marginalizados. Sobre todo los jóvenes y entre ellos muchas mujeres asumieron papeles importantes como iniciadores y organizadores de un fuerte compromiso cívico y político.

No obstante, la mayoría de los países del Magreb y del Mashreq continúa basándose en un modelo de economía y de desarrollo neoliberal. Un crecimiento económico débil acompañado de un crecimiento demográfico elevado, una fuerte dependencia del petróleo y del gas, así como una escasa productividad debida a una tasa de industrialización baja son las características de esta región que van aparejadas además por una tasa de desempleo elevado y salarios bajos. Y no sólo ocurre en esta región que ese mismo modelo neoliberal a menudo está unido a estructuras sociales tradicionales que ejercen un efecto negativo sobre la posición de la mujer en estas sociedades.

La fuerte desigualdad en el seno de la sociedad tiene una influencia negativa tanto a nivel político como económico en el desarrollo de los respectivos países. Hoy en día, los sistemas de protección social son insuficientes en numerosos países y necesitan reformas urgentes; el porcentaje de los empleos formales está disminuyendo. Al mismo tiempo, el sector informal donde no hay ni protección ni cobertura social aumenta rápidamente. Como las mujeres están sobrerrepresentadas en trabajos de bajos ingresos y en el sector informal, se encuentran entre las personas más afectadas. La esperanza de un ascenso social gracias a la educación se ve a menudo frustrada como lo prueba la tasa de paro elevada entre los universitarios ya que los mercados laborales en esta región ofrecen muy pocas perspectivas de empleo para los jóvenes altamente cualificados. No se consigue frenar el éxodo de cerebros que dura ya varias décadas. Los jóvenes apenas tienen perspectivas de futuro en su propio país.

A fecha de hoy, la situación social y económica no ha cambiado mucho desde que se iniciaran las convulsiones. Para contrarrestar esa necesidad urgente de reformas los gobiernos no han propuesto nada más que la vaga esperanza de alcanzar “el efecto de filtración hacia abajo” (trickle down) mediante políticas económicas neoliberales que sigue todavía sin realizarse. Es necesario estructurar nuestra economías de tal manera que se fomente un enfoque de abajo hacia arriba, con un crecimiento inclusivo, en vez de un enfoque de arriba hacia abajo.

Los progresistas, los socialdemócratas y los socialistas ya no son los únicos que actualmente advierten de los impactos negativos de una creciente desigualdad social. “La desigualdad creciente puede dañar el crecimiento económico y los lazos sociales y puede engendrar igualmente inestabilidad política”, advertía recientemente Christine Lagarde, la Directora General del Fondo Monetario Internacional. Para los autores del Informe mundial de los riesgos de 2014, publicado por el Foro Económico Mundial, la brecha cada vez mayor entre los pobres y los ricos es el mayor peligro para la economía mundial. Según el informe, de todos los posibles riesgos, la creciente disparidad de ingresos será el factor que con la mayor probabilidad causará “graves daños” a nivel internacional en la década que viene.

 

2. Una desigualdad global creciente

Con el triunfo del neoliberalismo patente desde los años 80 y la desregularización de los mercados financieros como consecuencia de ello, así como el fin de la competencia entre los sistemas después el hundimiento del bloque del Este y la globalización acelerada de los mercados de los bienes, las finanzas y del trabajo, la distribución de los ingresos y de las riquezas ha cambiado masivamente a lo largo de los últimos 25 a 35 años.

La injusticia social entre ricos y pobres queda demostrada por el hecho de que el 1 por ciento de la población mundial casi posee la mitad de los bienes en el mundo. Sin embargo, las mujeres sólo poseen el 1 por ciento de los bienes a nivel mundial. Estas cifras muestran claramente la injusticia social entre los géneros, es decir entre mujeres y hombres y entre chicas y chicos.

Medidas respecto al PIB medio per cápita, las diferencias de las rentas entre los países ricos y pobres han aumentado enormemente entre 1980 y 2000. Durante los últimos años, y gracias al fuerte crecimiento en algunos países emergentes y países en desarrollo, las diferencias de las rentas han experimentado una reducción primero relativa y desde 2007 también de manera absoluta. En cambio, las diferencias entre las rentas han aumentado enormemente y siguen aumentando en la mayoría de los países.

Numerosos países, particularmente en Asia, empiezan a alcanzar los antiguos países industrializados. Pero allí también son en primer lugar las élites, el diez por ciento de la parte superior de la tabla y, de manera moderada, una nueva clase media que se ven beneficiadas. El 40% que representa la parte inferior de la tabla en la escala de las rentas no experimenta prácticamente ninguna mejora. Es por esta razón que la desigualdad global, que es una combinación de la desigualdad entre los países y la desigualdad dentro de un solo país, sigue creciendo. Se estima que la quinta parte más rica de la población mundial gana unas 50 veces más que la quinta parte más pobre.

En primer lugar, la distribución funcional de los ingresos entre salarios y beneficio, entre ingresos provenientes del trabajo y de los capitales, ha evolucionado en todo el mundo a favor de los beneficios. Este fenómeno conlleva una concentración progresiva de las riquezas y una reducción de la clase media.

Simultáneamente, la diferencia respecto a los ingresos profesionales ha aumentado de manera drástica en algunos sectores, especialmente si se trata de los salarios a nivel directivo. En muchos lugares ya no existe ningún vínculo entre el crecimiento económico y la prosperidad material de la mayor parte de la población. Así, por ejemplo, actualmente en los Estados Unidos, el 95% de  todos los aumentos de ingresos que se dieron desde 2009 se atribuyen al 1% más rico de toda la población. Igualmente, en otros países notamos actualmente tendencias similares a las norteamericanas, es decir, que hay una concentración de los beneficios del crecimiento económico en una pequeña capa de personas ricas y extremadamente ricas.

Y finalmente, la política fiscal y la política de las prestaciones sociales corrigen mucho menos el reparto personal de los ingresos que en el pasado. En numerosos estados, la progresión fiscal se ha reducido considerablemente a lo largo de las últimas décadas. Globalmente, entre 1990 y 2012, las disparidades entre los ingresos disponibles en un total de 65 de los 130 países, en los cuales existen datos relevantes, han aumentado. Aunque este aumento sólo ocurre en la mitad de los países examinados, se trata precisamente de los países que representan dos terceras partes de la población mundial.

En los lugares donde la distribución de las rentas por persona ha mejorado, encontramos una explicación que se resume principalmente en tres factores: la ampliación y la mejora de la calidad de la educación secundaria y las políticas públicas activas de salario mínimo, que han propiciado conjuntamente una reducción de las desigualdades a nivel de los ingresos profesionales, así como los nuevos programas de prestaciones públicas a favor de los más desfavorecidos que han permitido mejorar la distribución de las rentas por persona en la parte inferior de la tabla de los ingresos.

En el marco de la globalización, se han creado numerosas oportunidades de evasión de impuestos y de fraude fiscal mediante la introducción de precios de transferencias en el seno de los grupos transnacionales, la liberalización de la circulación de capitales y la tolerancia hacia los paraísos fiscales. Una parte importante de la riqueza de los ricos permanece hoy en día oculta en los paraísos fiscales. Se estima que unos 18,5 mil millones de dólares americanos permanecen depositados en estas estructuras opacas sin estar sujetos a impuestos.

 

3. Enfoques políticos para la justicia social y la igualdad de oportunidades para todos

 

4. Justicia social e igualdad de oportunidades para todos

La brecha entre las rentas y las riquezas, tal y como se observa hoy en día, representa un problema urgente para alcanzar justicia entre los países y dentro de los países. Mientras tanto, la desigualdad creciente sobrepasa en mucho lo que la mayoría de las personas en numerosas sociedades considera como algo apropiado o justo. La dimensión que puede alcanzar una distribución desigual para ser aceptada por la sociedad varía. Las sociedades actuales están a leguas del concepto antiguo del filósofo Platón según el cual una sociedad justa se distingue por el hecho de que los ricos poseen como máximo cuatro veces más que los más pobres.

Pero una distribución fuertemente desigual de las rentas y de las riquezas también tiene repercusiones económicas, sociales y políticas muy concretas:

Defendemos una política a favor de la justicia social y de la igualdad de oportunidades para todos.